Driving down the darkness

domingo, 2 de octubre de 2011

Noche de guardia

Como cada noche de guardia Arturo se disponía a preparar y organizar todo lo que le tocaría hacer durante las ocho horas que estaría en la clínica. Se encontraba engullendo un sandwich cuando uno de los familiares de la paciente a la que cuidaba lo interrumpió diciendo que la señora no se sentía bien. Acudió pues a verla. Durante el chequeo la señora refirió que sentía náuseas y mucho frío. Tras tomarle la presión y la frecuencia cardíaca Arturo le indicó que eran los nervios posoperatorios y que si los síntomas empeoraban tomaría las medidas necesarias.
Así pasaron un par de horas hasta que la señora volvió a sentirse mal. Entonces Arturo acudió nuevamente a revisarla.
- Doctor, otra vez tengo ganas de vomitar.
- Ok, entonces tendremos que...
La paciente se incorporó y abrió los ojos, entonces vomitó encima de Arturo. Ambos se sorprendieron al notar que lo que había salido de ella era sangre muy oscura.
- Doctor, discúlpeme no...- dijo y empezó a vomitar de nuevo, pero esta vez vomitó hasta que no hubo más que vomitar. Pronto se retorció de dolor y gritó. Arturo estaba petrificado así que no pudo hacer nada. Pronto la mujer dejó de retorcerse y murió con los ojos abiertos.
El familiar de la mujer gritó de horror. Arturo solo balbuceó algo y salió de la habitación. Fue a la central de enfermeras y se sentó, él también estaba en shock pues jamás había presenciado algo tan horrible. El familiar dejó de gritar y se hizo un silencio aterrador en la clínica. No sabía qué pensar y mucho menos qué hacer.
De pronto el familiar empezó a gritar otra vez, aunque en esa ocasión era algo distinto. No era un grito de dolor sino de terror profundo y desesperación. Rápidamente Arturo se dirigió a la habitación de la paciente, tocó antes de entrar y abrió la puerta. Lo que vio en esa habitación lo paralizó. La señora que creía muerta se encontraba encima del hombre arrancándole pedazos de carne y llevándoselos a la boca. El hombre dejó de gritar y de existir, en ese momento solo se escuchaban los gruñidos de la cosa que tenía en frente.
Horrorizado por lo que veía Arturo se apresuró a salir de ahí y cerrar la puerta, pero la cosa lo olfateó y se abalanzó hacia él. Apenas tuvo tiempo de cerrar la puerta, después solo se escuchó que la mujer se estrelló contra la puerta y comenzaba a arañarla.
En el pasillo había un hacha en caso de emergencias, así que Arturo se hizo de ella rompiendo el cristal. La criatura dejó de arañar la puerta. Arturo se acercó a la habitación para entrar, el plan sería entrar y liarse con la mujer convertida en monstruo. Giró la perilla y abrió. La mujer estaba encima de la cama, acechando, y en cuanto lo vio se le fue encima. Arturo la recibió con un hachazo que se incrustó en su tórax, la criatura cayó al suelo y él se lió con ella. Destrozó tanto como pudo y no paró hasta que estuvo demasiado seguro de que ya no se movería de nuevo.
El olor a sangre y el cansancio de los brazos lo hizo reaccionar. Se apresuró a salir a la calle para pedir ayuda. Cuando llegó a la puerta se encontró con un hombre que parecía herido.
- ¡Doctor! Por favor, ayúdeme, me ha mordido... ¡Aquí! Por favor doctor...
El hombre le mostraba su brazo izquierdo con una mordida de la que aún brotaba sangre. Arturo se apresuró a abrir pero, como en ocasiones de igual estrés, no encontraba la llave en el repleto llavero. De la nada aparecieron otras tres criaturas que corrían hacia donde Arturo y el hombre estaban. En menos de lo que ambos esperaban los tres hombres alcanzaron la reja del edificio. Arturo ya no podía hacer nada más y se alejó de la puerta mientras las tres criaturas procedieron a atacar al hombre mordido. Frente a sus ojos lo despedazaron y engulleron partes del hombre.
Y como si alguien los hubiera llamado aparecieron aún más criaturas de las calles cercanas. Algunos llegaron a comerse los restos del hombre herido y otros quisieron entrar a la clínica. De pronto Arturo se encontró frente a una multitud de rostros hambrientos y salvajes que vociferaban (o gruñían) por entrar. Estiraban las manos para alcanzar al temeroso doctor a la vez que empujaban la reja.
Entonces Arturo recordó que aún tenía el hacha. La tomó y se lió contra los brazos que trataban de alcanzarlo, así cayeron tres, cuatro, seis extremidades. Un charco de sangre se formó y a cada hachazo se hacía mas grande. Pero eran demasiados, partió varias cabezas y aún así la presión aumentaba al grado que los goznes de la reja comenzaron a ceder.
Arturo gritó tan fuerte como pudo, pero el rugido colectivo ahogaba su voz. Además parecía ser el último hombre cuerdo. Se empezaba a cansar cuando los goznes terminaron por romperse y las criaturas derribaron la reja. Entraron en una estampida y se abalanzaron sobre el asustado doctor, que al verlos entrar se asió de todas sus fuerzas y abatió el hacha cortando todo a su paso.
Eran demasiados. Lo rodearon y sintió como lo jalaban, como le desgarraban la bata. Alguno lo mordió y otros le clavaban las uñas. Tenía tanto miedo que perdió el control de sus esfínteres, y no se dio cuenta de cuándo empezó a perder el conocimiento.
Todo se volvió oscuridad.
Despertó más tarde cuando un policía le picó el costado con la punta del pie. Al abrir los ojos encontró que aún estaba aferrado al hacha manchada de sangre. Frente a él transportaban un cuerpo cubierto con una sábana blanca y las únicas criaturas alrededor de él eran los vecinos curiosos que lo miraban horrorizados. Lo levantaron, le quitaron el hacha y lo esposaron para trasladarlo a los separos. Forcejeó con los policías aunque no sirviera de nada.
En el acta que figuraría en el expediente de Arturo decía que habían encontrado al joven doctor al pie de la puerta principal, la cual se encontraba dañada en varios puntos, con el arma homicida. Dentro de las instalaciones encontraron el cuerpo mutilado de la señora (...) que había sido asesinada a hachazos por el doctor Artutro.
Y a pesar de las diferentes versiones de lo que había pasado esa noche nunca se supo qué era lo que había llevado al doctor a asesinar a su paciente de treinta y dos años.

No hay comentarios:

Publicar un comentario