Driving down the darkness

miércoles, 16 de noviembre de 2011

La cortina violeta

Detrás de la cortina violeta se esconde un poema que hace mucho pensé, pero que jamás escribí. Detrás de ella están los números de teléfono que se borraron de mis palmas sudorosas. Un perro muerto, mi bicicleta de a los nueve y mi mejor amigo de la primaria. Está una ex y todos los regalos que me dio en mi cumpleaños.
Detrás de la cortina violeta está un hombre de grandes barbas con un revólver debajo de la chaqueta. Está una mujer muerta de hemorragia interna que no deja de gritar. Ahí está el dueño de un bar que murió hace mucho y que quiere regresar a servir tragos. Está ese payaso que nunca se ve contento porque alguien decidió traicionarle.
Detrás de la cortina violeta está una mujer que me besó en un partido de béisbol. Está una noche estrellada que vi recostado en la batea de una camioneta roja. Hay cientos de flores y regalos que jamás di a alguien que no existió. Ahí están las palabras y los discursos que se desmoronaron con una mirada.
Hay un ser oscuro cuya voz escucho desde fuera de la cortina de día y de noche, un ser que tiembla cuando escucha cierta voz en especial, un ser que gruñe y se arrastra, es aquel que desea devorarme de una sola mordida. Es al que he evadido por muchos años.
Detrás de la cortina violeta hay muchas cosas, hay un cuarto muy viejo iluminado por un foco amarillo. Al fondo de ese cuarto hay un espejo al que uno no debe mirarse, porque podría atraparte y dejar que lo que habita ahí salga.
Junto a la cortina está el maestro de ceremonias de sombrero de copa y bastón negro, ese ente divertido pero traicionero. Hay una parte de mí que nadie conoce, que a veces quiere salir. Esa parte de mí fue la que puso el espejo. No entren, y que a nadie se le ocurra tocar a la puerta, porque al que llama se le abrirá.