Driving down the darkness

sábado, 29 de septiembre de 2012

¿Dónde está Hunnigan?



-Entonces ¿el doctor Hunnigan no se ha reportado desde la semana pasada?- preguntó Scott a la recepcionista de su laboratorio.
-No, doctor Wells- respondió la sexy secretaria que se asomaba con una coqueta sonrisa por encima de su escritorio- Ya le he dicho que el doctor Hunnigan no ha checado su carnet desde el jueves- revisó su libreta de reojo y añadió- cinco de julio.
-¿Y cuándo fue la última vez que salió?
-Eso es lo interesante, según su carnet no salió, debe haberse ido sin registrarlo. Seguramente mientras Ellen estaba aquí, porque yo no lo habría permitido.
-¿Puedo echar un vistazo a su laboratorio?- pidió Scott, que empezaba a frotarse las manos de la preocupación.
-Lo siento, doctor Wells, pero el doctor Hunnigan cambió la clave de acceso a su laboratorio, ni siquiera el director Reynolds la tiene.
Scott Wells, después de todo, dejó de insistir y regresó a su área de trabajo, otro laboratorio que compartía con otros dos doctores. Eran genetistas de una enorme farmacéutica y, en esos días, estaban investigando algunas drogas que parecían tener efectos benéficos en el tratamiento contra el cáncer de estómago.
El doctor Albert Hunnigan era quien supervisaba aquel trabajo de investigación, y desde hacía casi una semana que no se aparecía en el laboratorio. El último en verlo fue Tom Higgins, el guardia del estacionamiento, quien refirió que Hunnigan salió del lugar la noche del seis de julio y no le volvieron a ver. Según el doctor Reynolds, el director del laboratorio Eternal Health Laboratories, dijo que Albert había pedido vacaciones y que probablemente estuviera en Cabo San Lucas asoleandose tomándose una cerveza.
Al final, Scott tuvo que conformarse con esa excusa y regresó a sus labores, esperando que Albert Hunnigan regresara pronto puesto que sus investigaciones empezaban a mostrar resultados positivos.
Más tarde en su laboratorio, el resto de su equipo coincidía en lo extraño de la desaparición del doctor Hunnigan.
-Reynolds tiene razón- espetó Trevor Rogers, que estaba mirando algo en un microscopio- seguramente está en la playa, dale unos días y regresará.
-No lo sé- inquirió Scott- le he dejado más de veinte mensajes y no ha respondido ninguno.
-Déjalo en paz, hombre- replicó Daniel Yons, que estaba recargado sobre una de las mesas de trabajo- ¿no ves que quiere algo de privacidad? Hay vida afuera de este agujero, tal vez deberías unirte.
Más tarde, Scott revisaba sus notas sobre su investigación, aunque no podía concentrarse por pensar en Hunnigan. Su trabajo empezaba a dar frutos, pero, debido a que ninguno de ellos eran biólogos moleculares ni químicos farmacobiólogos de renombre, sin él se quedaría en una simple investigación. Aquel trabajo, si salía bien, les daría el impulso necesario para conseguir un mejor trabajo en una farmacéutica o un laboratorio de más prestigio, desgraciadamente eso dependía de un doctor viejo del que empezaban a sospechar padecía de sus facultades mentales.
Desde antes que Scott llegara a Eternal Health, Albert Hunnigan se mostraba obsesionado con la evolución y se procuraba artículos recientes sobre cómo los genes se adaptaban a ciertos cambios del medio ambiente. La mayor parte de su tiempo la pasaba investigando y haciendo ensayos sobre sus descubrimientos para luego enviarlos a revistas sobre genética, Genetic Roulette, Genetic Annual Review, entre otras. Para su propia desgracia, ninguna de esas revistas consideraban su trabajo como bueno y referían que sus resultados eran poco confiables. No obstante, Albert Hunnigan continuaba con sus ensayos.
Cuando le asignaron el proyecto en el que estaba involucrado Scott Wells maldijo all director Reynolds por quitarle tiempo a sus investigaciones. Sin embargo, cuando conoció a Scott pensó en que quizás algo bueno podría salir de todo aquel embrollo. Scott era inteligente, muy astuto, aunque era demasiado lambiscón. Además, el día que lo escuchó hablar sobre que algunos genes se inactivan al evolucionar un organismo, supo que había encontrado a uno de los suyos. Por esa razón, apoyo a su equipo durante sus investigaciones y le dio su número privado a Scott por si tenía cualquier duda que quisiera discutir con él. No eran amigos, pero compartían ideas que los unían como a los más antiguos colegas.
Esa misma tarde de martes, en la que Scott Wells había planeado visitar nuevamente al director Reynolds, se encontró en el camino a Ramiro Soto, el jefe de seguridad del laboratorio.
-¡Doctor Wells!- exclamó Ramiro, que llevaba algo debajo del brazo- qué bueno que le veo. Supe que está buscando al doctor Albert, así que tal vez quiera darle un vistazo a esto.
Lo que Ramiro puso en manos de Scott fue el cuaderno de notas de Hunnigan, se veía atiborrado de letras y por encima de las hojas se asomaban docenas de separadores de colores fosforecentes. Scott dio gracias y olvidó a Reynolds, luego regresó a casa con ese gran tesoro.
Al principio, ese cuaderno resultó ser una enorme decepción. Las primeras treinta hojas contenían solo garabatos y dibujos de pollos, algunas otras tenían frases de libros o canciones, pudo distinguir entre ellas parte de la letra de Feeling Good de Michael Buble, entre otras cosas que no tenían ningún sentido. En varias ocasiones, Scott regresó a la tapa de la libreta para cerciorarse de que pertenecía a Albert y cada vez se desilusionaba al ver su nombre escrito con la letra pulcra del doctor Hunnigan. Más adelante habían notas un poco más ordenadas sobre intrones, transposones y viriones, después algo sobre el genoma humano. Tras pasar aquello encontró una parte que hablaba sobre los genes que se inactivan.
"En el embrión humano se aprecia, en cierta etapa, que posee cola, algo similar ocurre en otras especies, y que tiempo después ésta se pierde. Se piensa que los genes que codifican para esta cola se inactivan para dejar que la maduración normal del embrión siga su curso, sin embargo, estos genes no se pierden, solo callan.
Esto nos podría llevar a una nueva etapa en la ingeniería genética.
Por otra parte, se ha demostrado que los embriones de pollo llegan a tener dientes, por lo que se afirma que son descendientes de alguna especie de dinosaurio y que contienen esos genes pero inactivados."
-Ya veo por qué dicen que está loco- se dijo Scott a sí mismo mientras hojeaba la libreta.
Las siguientes hojas mostraban garabatos y listas de genes, algunas otras anotaciones y pedazos de canciones. Cada vez la letra del doctor se volvía menos pulcra y más tosca, en algunas partes las palabras estaban tachoneadas a tal grado que la hoja en cuestión estaba agujerada. Un par de hojas más adelante, Scott encontró el dibujo de un pollo, uno pequeño y dentro de un globo de conversación escribió "Chicken's butt".
A decir verdad, todo aquello perturbaba la mente de Scott Wells, deseaba dejar esa libreta y olvidarse de todo, pero la espina de la curiosidad le corroía las manos y siguió avanzando.
Conforme iba avanzando hacia el final de la libreta, la forma de la letra adquiría formas más grotescas, pareciera que solo trataba de grabar en el papel una idea encriptada en símbolos irreconocibles que solo su propio cerebro pudiera decifrar. Nuevamente había dibujos de un pollo. Chilcken's Butt. Sin duda, el doctor Hunnigan había perdido la razón.
Ya casi al finalizar la libreta solo se encontraban garabatos. Sin embargo, cuatro hojas antes de llegar al final había algo más que destacaba de toda lo demás: había un dibujo de un velociraptor, tan detallado que era imposible no sentir miedo de las fauces abiertas y llenas de dientes afilados de ese ser extinto. Cada detalle, cada garra, cada escama estaba perfectamente trazada. Los ojos del animal se veían ansiosos y enfocados en quien viera el dibujo, y en el lomo tenía una capa de lo que parecían ser plumas. Debajo del dibujo había algo escrito:
"Algunos velociraptors tenían plumas.
Se dice que los embriones de los pollos llegan a tener dientes y cola durante su desarrollo y guardan muchas similitudes con la anatomía de ellos, por ejemplo en las patas y en las escamas que tienen.
¿Genes inactivos?"
Cuando Scott terminó de leer aquello cerró la libreta y cogió el auto para ir nuevamente al laboratorio.
Eran las dos de la mañana cuando llegó. El guardia de seguridad de la entrada preguntó a qué se debía la visita, Scott respondió que había olvidado su portafolios en el cubículo y necesitaba algunos apuntes. Entró sin dificultad y se dirigió al laboratorio de Hunnigan, que se encontraba en la planta subterranea.
Bajó por la rampa que llevaba al laboratorio de Albert, era un pasillo de color blanco y largo que terminaba en la puerta automática que se abría solo con la clave de Hunnigan. Aquel silencio le perforaba los oídos a Scott, pareciera que estuviera a punto de encontrar algo con lo que no podría lidiar. Al llegar a la puerta presionó un botón que estaba de lado derecha de la puerta, el cual mostró el teclado para ingresar la contraseña. Las contreseñas del laboratorio consistían en secuencias de letras, números y símbolos que debían ser cambiadas cada tres meses, por lo que era muy difícil saber cuál era la combinación correcta. Scott estuvo frente al teclado durante un buen rato pensando en cuál sería la contraseña, entonces acudió a su mente la imagen de ese pollo que decía "Chicken's Butt". La idea le pareció ridícula, pero no tenía nada que perder y tecleó "Chicken's Butt".
Pasó un segundo y la cerradura de la puerta cedió con un audible sonido neumático. Las puertas se abrían a manera de cancel y se apartaron para dejar pasar a Scott, que lo primero que hizo fue encender la luz. Después de la puerta automática había una pared de cristal que separaba el laboratorio como tal de la entrada de éste, en ella habían un par de sillas y una televisión de plasma. Todo estaba desordenado, papeles, pipetas, partes de un microscopio y algunas otras cosas estaban en el piso. Cuando Scott quiso abrir la segunda puerta para entrar la puerta automática se cerró y se encendió la televisión. En ella apareció el doctor Albert Hunnigan.
Se veía huraño, la barba le había crecido y la mata de desordenado cabello lucía más blanca de lo que él recordaba. Albert miraba fijamente a la cámara y sonreía.
-Doctor Wells, me alegra que haya venido. Si usted está viendo ésto es porque he desaparecido y lo ideal es que usted sea el primero en saberlo.- Scott miraba la pantalla perplejo, al parecer, todo aquello era plan del viejo Hunnigan- Muchos consideran que me he vuelto loco, y quizás tengan un poco de razón, pero es porque he descubierto algo que revolucionará la industria de la ingeniería genética.
"Una vez dijiste que algunos genes se inactivan pero no se pierden. ¿Lo recuerdas? Pues tenías mucha razón, todos tenemos genes que provienen de nuestros antepasados, de lo que alguna vez fuimos. Los pollos expresan genes que los velociraptores expresaban, como los dientes, pero después se inactivan. ¿Qué pasaría si encontraramos la manera de activarlos nuevamente? Tendríamos la capacidad de recuperar características de algunas especies pasadas. Tal vez no te parezca algo importante porque nuestros antepasados no eran menos funcionales que nosotros. Pero eran fuertes, para haber vivido bajo condiciones extremas debieron tener una estructura ósea y un sistema muscular muy poderoso. Imagina eso, súper personas que puedan resistir condiciones más extremas. Tendríamos la evolución en nuestras manos.
"En estas semanas he estado experimentando con enzimas de restricción y con otras cosas. Adivina qué. Encontré una enzima reactivadora. Tiene la capacidad de hacer que un genoma exprese esos genes silenciados y hacerlos progresar. Y he podido hacerlo. He creado un ser superior, Scott, he iniciado una nueva etapa de evolución.
En ese momento se escuchó un escándalo de cosas que se caen dentro del laboratorio.
-El problema, es que no puedo dejarlo salir porque sería un peligro- dicho ésto, la puerta emitió un click que le heló la sangre a Scott, la puerta se había bloqueado- pero también tiene que comer. Conmigo tendrá por un rato, pero no será suficiente. Y no puedo dejarlo morir.
El escándalo se hizo mayor, aunado a ésto se escuchó un rugido que no podía identificar, pues provenía de un ser que jamás había visto.
-Algún día nos encontrarán, amigo- dijo Hunnigan con una sonrisa enfermiza- y entonces nos llamarán los pioneros de la ingeniería molecular. Adiós, Scott.
La pantalla se apagó. De detrás de las mesas de trabajo se asomó un reptil enorme y emplumado que, en efecto, parecía un velociraptor, era de un color amarillo muy claro con motes cafés, sus ojos le buscaban. Scott estaba frente a la puerta de cristal que, con toda seguridad, no resisitiría mucho tiempo, estaba petrificado por el terror. Aquel reptil avanzó hacia él y corrió a toda velocidad en busca de su presa.