Driving down the darkness

viernes, 29 de julio de 2011

A mamá se la llevó el río...

Detrás de la casa pasa el río. Aunque solo llama la atención en los meses que llueve, el resto del año es un riachuelo maloliente. “Pronto llegarán las lluvias”, anuncia Papá. Y tiene razón, unos días después llegan las primeras precipitaciones de la temporada, el río será llenado de nuevo.
La casa se inunda con el ruido de las aguas que fluyendo. Es relajante, pero a Mamá no le parece así. Está molesta. Últimamente se irrita con cualquier cosa, pero sobretodo con Papá. Los he escuchado, piensan separarse pronto. Pero Papá es demasiado débil para abandonar a Mamá y sabe que no la pasará bien cuando ya no estén juntos. Mamá se aprovecha de eso. Seguido hace que el viejo haga cosas por ella, lo convence de que le compre regalos que no necesita, pero lo peor es que lo humilla, y él solo agacha la cabeza.
No es que yo sea pesimista, pero creo que lo mejor es que ambos se dejen en paz. Los quiero a los dos, de verdad.
Hoy todo ha sido silencio excepto por el sonido del río. Papá está trabajando y mamá mira la televisión. De nuevo se ha desatado la lluvia sobre la casa y las goteras reaparecen junto con el incomprensible enojo de Mamá. Papá aparece en la puerta y anuncia que ha llegado, pero ni bien ha terminado la frase y mamá ya ha empezado a gritar.
Gritos y más gritos. Mamá ya ha sacado el arsenal de comentarios hirientes que afiló mientras veía su telenovela. Siempre es lo mismo, Papá parece que tomará valor para enfrentarse a Mamá, pero ella sabe dónde cortar para hacerlo desangrar. El viejo siempre pierde las fuerzas y se rinde. Mañana reparará las goteras.
Por unos días las cosas van bien. Pero entonces Mamá descubre que una de sus fotos favoritas se ha estropeado por una de las goteras que Papá no reparó. Estalla de ira y va contra todo lo que puede. Papá no fue a trabajar, y cuando no trabaja pasa las tardes leyendo. Mamá interrumpe su concentración gritando. Papá trata de hacerla callar pero ella grita aún más fuerte, pronto se dan cuenta que los veo y deciden irse de ahí. Cuando pelean suben a la azotea, como si ahí no los escuchara.
Afuera el río suena.
Arriba ya se escuchan pasos y gritos. En el techo hay agujeros y grietas por las que el agua nuevamente ha empezado a filtrarse. Estallan algunos rayos en el cielo y se desata la lluvia otra vez pero con más fuerza que antes, como si el clima respondiera al estado de ánimo de mis padres. De pronto ya no se escuchan sus gritos, solo se escucha el silbar del viento y el río embravecido.
Ahora me gustaría subir y suplicarles a los dos que paren ya, que terminen todo de una maldita vez. No me importa si debo quedarme con uno o con otro, si debo ver a Papá solo dos horas en domingo o si mamá se casa con otro fulano. No importa, pero que detengan esto. Me pregunto si han pensado en lo que pienso de ellos. A veces se olvidan de mí, y eso está bien.
La lluvia arrecia y no puedo escuchar ni siquiera sus pasos. Estalla de nuevo un rayo en el cerro, su luz se termina pero su sonido se prolonga…
Pero no era el rayo, es Mamá que grita porque ha caído del techo. Se escucha un golpe sordo afuera, cerca del río, me asomo a ver. Por un momento creí que la encontraría muerta, pero me sorprendo al ver que sigue viva y aferrada a la orilla del río. Pero no le queda mucho tiempo pues el río lleva demasiada fuerza y Mamá está demasiado débil. Papá está arriba mirando anonadado. Pero no espera demasiado para bajar. Como era de esperarse Mamá sucumbe y el río se la lleva lejos, muy lejos.
Regreso a la casa, estoy triste, y encuentro a Papá sentado en su sofá con un libro en el regazo.
- Papá, ¿por qué dejaste ir a Mamá?
- No lo sé.
- Todavía podemos salvarla.
- No, déjala. Quizás algún día vuelva.